Durante mucho tiempo, la publicidad se centró en mostrar mensajes cerrados, como un anuncio, una imagen o un eslogan perfectamente diseñados para ser admirados por el público. Sin embargo, los tiempos cambiaron; las personas quieren sentir la historia, decidir y participar. Las marcas ya no se limitan a contar historias, colocan al cliente como el héroe principal.
La magia de conectar con las personas es fundamental. Las narrativas interactivas son la evolución natural. Claro que se trata de vender el producto de forma directa, pero la idea principal es crear experiencias que incluso pueden cambiar según la interacción del usuario. Esta es la diferencia: el formato. El consumidor deja de ser espectador para convertirse en coautor, aportando ideas y tomando decisiones.
Hablaremos de un ejemplo tan sencillo como la marca Nike. Esta marca, además de hacer publicidad en redes sociales, crea una mayor interacción con los usuarios a través de su app Running. Más allá de mostrar tenis deportivos, propone retos semanales y reconoce el avance de cada consumidor. Otro ejemplo son campañas como las de Coca-Cola, en las que puedes personalizar una lata virtual y compartirla con tus amigos. Todas estas grandes marcas fomentan la participación de los consumidores; no basta con hacer posts de interacción.
Cuando los consumidores participan en la historia, es más probable que la recuerden, porque son parte de ella. Además, este tipo de experiencias fomentan algo que toda marca busca: que el cliente hable de ella y comparta sus vivencias en redes sociales. Actualmente, con la inteligencia artificial, es posible que el cliente adapte sus intereses y, en un futuro, se vean campañas que se transformen en tiempo real para ajustarse al estado de ánimo de la persona que las vive.
El reto para las marcas es creativo: entender a profundidad a la audiencia, qué les divierte, motiva o emociona. Recordemos que las marcas que entienden que el marketing es una experiencia saben que el consumidor no es un actor secundario, sino el protagonista de la historia.
Ya no basta con contar una historia; hay que invitar al cliente a vivirla y compartirla. Convertir al consumidor en protagonista es clave para generar vínculos duraderos y auténticos.
